El discurso

"Si lo que queremos es educar a jóvenes que sean competentes comunicativamente y que tengan una actitud crítica [...], es ineludible que les proporcionemos instrumentos para la actuación discursiva y para la interpretación inteligente, para que puedan descubrir los mecanismos de la persuasión y de la manipulación que se pueden esconder tras elegantes o ingeniosos ropajes discursivos, para que sepan y puedan defender sus ideas..."

Helena Calsamiglia y Amparo Tusón: "Aportaciones del análisis del discurso a la educación linguïstica". Textos de didáctica de la Lengua y la Literatura, nº 49, julio 2008

Hablamos de discurso para referirnos a usos lingüisticos contextualizados: sean orales o escritos, formales o informales, monologados o dialogados. Aunque las nuevas formas de comunicación han desdibujado aún más las fronteras entre oralidad y escritura (y así, "hablamos" por whatsapp aunque no mandemos mensajes de audio), la distinción entre oralidad y escritura suele ser útil desde el punto de vista del aprendizaje de la competencia comunicativa. Del discurso se ocupan, entre otras, estas tres disciplinas lingúísticas: la Pragmática, la Lingüística del Texto y el Análisis del discurso.


  • La PRAGMÁTICA analiza el sentido no codificado de los mensajes lingüísticos en relación con el hablante, el oyente y diversos factores relativos al contexto y la situación. Un enunciado como "Llegamos" tendrá significados bien diferentes en función de la situación comunicativa en que se pronuncie.

  • La LINGÜÍSTICA DEL TEXTO estudia unidades comunicativas que van más allá de los límites oracionales, para analizar tanto su estructura temática como la específicamente textual (de ella procede el énfasis en el estudio de la tipología textual y las propiedades del texto como la coherencia y la cohesión).

  • El ANÁLISIS DEL DISCURSO analiza los intercambios comunicativos entendidos como prácticas sociales y sujetos por tanto a una enorme variedad. De ahí que se proponga como práctica investigadora y como instrumento de acción social en tanto que permite desvelar, por ejemplo, los usos manipuladores del lenguaje, los abusos de poder a través de la palabra, etc.


LENGUA ORAL: USOS INFORMALES

Conversamos movidos por un doble motivo. Por una parte, porque tenemos que compartir determinadas informaciones con los demás (sea la lista de la compra, sea la teoría de la relatividad). Por otra, porque es conversando como establecemos, mantenemos o rompemos nuestras relaciones interpersonales. Según las situaciones comunicativas, prevalece una dimensión u otra, aunque a menudo ambas se combinen en proporciones variables.

Está bastante extendida la idea de que la lengua es un código que “etiqueta” las realidades. Según esta idea, conversar consistiría en “etiquetar” y “desetiquetar”, codificar y descodificar, y el éxito de una conversación, el entendernos, obedecería a nuestra capacidad, casi mecánica, de realizar dichas operaciones. Sin embargo, bien sabemos que las cosas no funcionan así. A cada enunciado no le corresponde una única interpretación posible. Más allá del significado de las palabras que utilizamos (ese que está en el diccionario), nuestros enunciados tienen un sentido concreto que depende de cada situación comunicativa. La comunicación no es sino un constante proceso de interpretación de intenciones, en el que a veces acertamos... y a veces –muchas veces- erramos.

Lo relevante para que los intercambios comunicativos se desarrollen con éxito no es tanto conocer el significado de las palabras de nuestro interlocutor (el que aparece en el diccionario), sino sobre todo el sentido que aquél les está dando (y que depende del contexto preciso en que la comunicación se produce).

Todo intercambio comunicativo presupone un esfuerzo por parte del interlocutor por interpretar la intención del emisor al decir lo que dice. Todo enunciado tiene siempre un propósito, aunque este no siempre se formule abiertamente (porque no somos conscientes de él, porque no nos parece adecuado hacerlo explícito, o porque nos interesa ocultarlo). De ahí que en las conversaciones de todos los días estemos siempre expuestos a malinterpretar las palabras de los demás o a que se malinterpreten las nuestras.

Los actos de habla

Ya en los años 60 algunos lingüistas –Austin, Searle- afirmaron que las unidades de análisis de la comunicación no deben ser la palabra o la oración, sino los denominados actos de habla. En los actos de habla lo relevante no son tanto las palabras que decimos cuanto el sentido que les damos, es decir, la intención que nos mueve a pronunciarlas y el efecto que queremos causar en nuestro interlocutor. Así, una frase como “¿Abres la ventana?” probablemente no sea una pregunta sino una orden (o un ruego), y una aparente afirmación como “Sí, a ti te lo voy a decir yo” es, evidentemente, una rotunda negativa.

Searle propone una posible clasificación para los actos de habla:

  1. Asertivos: afirmar, predecir, insistir...

  2. Directivos: preguntar, pedir, prohibir, recomendar, exigir, encargar, ordenar...

  3. Compromisorios: ofrecer, prometer, jurar...

  4. Expresivos: pedir perdón, perdonar, agradecer, felicitar...

  5. Declarativos: sentenciar, bautizar, vetar, declarar la guerra, levantar la sesión...

Una ligera pista sobre el contexto en que se pronuncian estos enunciados nos bastará para entender las diferencias entre el significado de cada uno de ellos y su sentido. A veces una pregunta encierra una orden, un elogio es en realidad un insulto, o una afirmación pretende ser un ruego.

Pero no debemos dejarlo todo a la capacidad de nuestro interlocutor de inferir (deducir, interpretar) qué queremos decir. Quien habla ha de procurar ponerse en la piel de quien le escucha y salir al paso de posibles desajustes comunicativos. Para ello nos puede ser útil reflexionar sobre las máximas de cooperación conversacional.


  1. En parejas, precisad de qué tipo de acto de habla se trata en cada caso: un ruego, una orden, una sugerencia, un elogio, un reproche, una invitación, una queja, una prohibición, etc.

    ¿Baja en la próxima? (en el autobús)
    ¿Está la mesa puesta? (el padre o la madre a sus hijos o hijas)
    ¿Por qué no le llamas?
    ¿Por qué no te callas?
    Bisturí (en un quirófano)
    ¡Penalti! (desde la grada)
    Pero, ¿usted sabe qué hora es? (al vecino, que ensaya con el clarinete a las dos de la mañana)
    Pero qué idiota eres (al recibir un piropo)
    Pero qué lista eres (al recibir una corrección)
    ¿Tú te crees que ya tienes 18 años? (Tras pedir permiso en casa para...)
    He leído que el día 15 hay un concierto de X. Las entradas no son muy caras... (una mujer a su pareja)

Cooperación conversacional

En nuestras conversaciones cotidianas es importante transmitir la información que deseamos hacer llegar, pero también es importante mantener una buena relación entre los interlocutores. Imaginad un entrenador que corrige a sus jugadores un determinado movimiento. Es fundamental que les haga llegar unas instrucciones precisas, pero igualmente que lo haga de un modo respetuoso, que no los humille ni menosprecie. El entrenador puede tener mucha razón pero al final acabar con la moral y la paciencia del equipo. Resultado: el fracaso.

Es cierto que algunas personas parecen más interesadas en transmitir “eficazmente” una información que en mantener unos lazos personales con las personas a las que habitualmente se dirigen. También es verdad que en unas ocasiones damos más importancia a la transmisión de la información –por ejemplo, en una situación de emergencia o en una reunión de trabajo- y en otras a la relación interpersonal –por ejemplo en un recreo o en una salida de fin de semana-. Tan inadecuado puede ser pasarse toda la reunión hablando de cosas personales como no saber cortar en los espacios de ocio y seguir hablando del “negocio”.

El ideal sería contar con las herramientas necesarias para cooperar, lo más acertadamente posible, al trasmitir la información y al establecer unas relaciones respetuosas y cordiales. En este apartado nos centraremos en el primero de los aspectos: cómo podemos superar las incomprensiones y los malentendidos a la hora de transmitir una información. Para lograrlo deberíamos evitar incurrir en cuatro vicios muy extendidos: hablar de oído, enrollarnos como las persianas, irnos por los cerros de Úbeda o salirnos por la tangente. Nos detendremos en cada uno de ellos.

Fue el lingüista Paul Grice fue quien formuló el llamado principio de cooperación conversacional, que se concreta en cuatro máximas:


  1. Máxima de calidad: No digas nada que creas que es falso o de lo que no tengas pruebas (“No hables de oído”).
    No hablar de oído se refiere a que en una conversación los participantes deben ser fieles a la verdad. Es lo que solemos hacer en general. Cuando nos preguntan la hora, o dónde está una calle, o cuál es el precio de determinado libro no se nos ocurre decir una cosa por otra (a no ser que mintamos deliberadamente por alguna razón o queramos gastar una broma a nuestro interlocutor). Sin embargo, a veces no somos tan cuidadosos como deberíamos en esto de evitar propagar información falsa. Muchas veces por culpa de nuestra colaboración se han difundido rumores falsos que han causado daño a otras personas.


  1. Máxima de cantidad: No des más información ni menos de la necesaria (“No te enrolles como las persianas”; “No hables para listos”).
    Cuando tratamos de transmitir una información, tan perjudicial es “pasarnos” como quedarnos cortos. Si damos más información de la que nos piden, estamos haciendo perder el tiempo a nuestro interlocutor; si damos menos, no se enterará de nada. Para acertar, lo mejor es tratar de imaginarnos cuál es su punto de partida, qué sabe ya y qué necesita saber acerca de lo que hablamos. Es decir, que si alguien nos pregunta una dirección, una receta, o una cuestión informática, lo primero que tenemos que hacer es tantear si conoce, aunque sea por encima, la ciudad; si sabe la diferencia entre sofreír e incendiar, o si no quiere acercarse al ordenador porque le dan miedo los
    ratones.


  1. Máxima de relación: No digas nada que no venga a cuento (“No te vayas por los cerros de Úbeda”)
    A veces el problema no es sólo que nuestro interlocutor (o nosotros mismos)
    se enrolle como las persianas. Es que, además, se va por los cerros de Úbeda. Vamos, que empieza hablando de lo mucho de que le duele una muela y termina, sin interrupción alguna y sin que nadie sepa cómo, explicando el origen del Universo. En las conversaciones cuyo objetivo prioritario consiste en transmitir u obtener una información, es esencial ceñirse al tema que nos ocupa; de lo contrario, difícilmente conseguiremos aproximarnos a nuestra meta. Y en las conversaciones más informales, es signo de mala educación y desconsideración hacia el interlocutor cambiar bruscamente de tema.


  1. Máxima de manera: Sé ordenado y claro; no seas ambiguo (“No te salgas por la tangente”)

Se trata de que evitemos ser oscuros (hablar con palabras incomprensibles para nuestro interlocutor, por ejemplo) o ambiguos (como sucede a menudo en las declaraciones de lo políticos, que hablan y hablan sin acabar de aterrizar en lo que se les ha preguntado). La máxima de modo o manera reclama que procuremos hablar con la mayor claridad posible.

Transgresiones de las máximas

Es verdad que a veces transgredimos las máximas deliberadamente, pero sin mala voluntad (por ejemplo, en el caso de las “mentiras piadosas”), y otras lo hacemos por error, pero involuntariamente (cuando no calculamos bien, por ejemplo, lo que sabe y lo que no sabe nuestro interlocutor).

Otras veces, las transgresiones sí proceden de la mala fe o del intento de ocultar o maquillar la realidad en función de unos intereses (ocurre con frecuencia en la política y en la publicidad).

Pero otras muchas veces las aparentes transgresiones no lo son, ya que en el contexto de la conversación hay unos implícitos (cosas no dichas, no explicitadas en la conversación) que el interlocutor puede deducir con facilidad. Observa este ejemplo:

-¿Vienes el viernes a la comida?

- Es el cumple de mi madre...


Fuente: Jover, G. y García, J. (2008). Hablar, escuchar, conversar. Teoría y práctica de la conversación en las aulas. Barcelona, Octaedro.

Cortesía lingüística

Como anticipábamos en el apartado anterior, nuestras conversaciones cotidianas combinan siempre dos planos: la transmisión de la información y la relación interpersonal entre los interlocutores. Si antes nos hemos centrado en las máximas que hay que respetar para hacer posible la consecución del primero de los objetivos, en este nos centraremos en todas aquellas estrategias que pueden favorecer un clima de respeto y cordialidad entre quienes conversan.

Para ello, nos valdremos de dos conceptos que tal vez puedan ayudarnos: son los de imagen y territorio. Denominamos imagen al reconocimiento social que cada uno queremos para nosotros mismos. ¿No decimos que uno “engorda” o “se pone ancho” cuando lo felicitan o lo elogian? Es como si nos hiciéramos más grandes... También se refuerza eso que llamamos “imagen” cuando alguien nos agradece un favor - ¡si no, parece que era nuestra obligación hacerlo!-, o cuando nos piden disculpas. Por el contrario, nuestra imagen se ve amenazada cuando alguien nos interrumpe, no nos deja hablar, nos insulta o nos lleva la contraria, y en esos casos intentamos de una manera u otra “salvar la cara”. Por territorio entendemos lo que puede ser “nuestro radio de acción”. Por ejemplo, tenemos la sensación de que alguien se mete en nuestro terreno cuando nos pide un favor, nos da un consejo o nos ordena algo, porque tal vez nos sentimos obligados a hacer algo que no deseamos. Para resolver posibles conflictos entre los hablantes (el guardar la cara de la otra persona y seguir relacionándonos con ella) empleamos diversas estrategias de cortesía. Por ejemplo, decimos: “Por favor, ¿me podrías pasar la sal?”, que resulta menos hiriente que “Me pasas la sal de una vez o “Perdona que te interrumpa, pero tengo un poco de prisa en vez de: “Vete a llorarle a tu madre que no tengo tiempo de sandeces”.

Inevitablemente, en el día a día son muchísimas las ocasiones en las que nuestra imagen y nuestro territorio se ven amenazados. Por eso es de vital importancia reflexionar sobre cómo usamos nuestra lengua a diario, y cuáles son las estrategias que pueden proteger nuestra “imagen” y nuestro “territorio” así como los de nuestros interlocutores. Todas estas estrategias que tratan de salvaguardar la relación interpersonal por encima o más allá del necesario intercambio de información –si hay que pedir algo, hay que pedir algo, y si hay que protestar, hay que protestar-, se denominan estrategias de cortesía. Bien sabemos que hay actos de habla que en principio pueden reforzar la imagen y el territorio de nuestro interlocutor –agradecer, elogiar, invitar-, y otros que pueden amenazarlos -sugerir, dar consejos, pedir un favor o aceptar disculpas, reprochar, ordenar-, aunque las cosas no son tan fáciles: ¡hasta el elogio puede devenir en halago, y la invitación en coacción

Puesto que todos y todas deseamos vernos respetados y apreciados, y no rechazados o humillados, deberíamos recapacitar sobre aquellas estrategias lingüísticas que nos permiten atenuar o compensar actos comunicativos potencialmente agresivos. A diferencia de la cortesía social, la cortesía lingüística no está conformada por un conjunto de normas sino de estrategias: elegimos unos usos u otros, unos giros u otros en función de una serie de variables: la situación comunicativa (pública o privada, más o menos formal), la relación entre los interlocutores (jerárquica o igualitaria, con mayor o menor conocimiento y aprecio recíprocos), y el grado potencial de amenaza del acto comunicativo (con el agradecimiento y el elogio, actos en principio halagadores para el interlocutor, podemos ser muy directos, con la orden o la protesta habremos de ser más cautos).

Y aunque nos gustaría poder detenernos en cada uno de los actos de habla invitando a la reflexión acerca de todo aquello que nos hace sentir bien o mal cuando conversamos, nos limitaremos por el momento a sugerir estas tres recomendaciones:

  1. No te impongas: Nadie debe obligar al otro directamente a hacer algo. Para evitarlo, se utilizan fórmulas indirectas como “¿te importaría...?”

  2. Ofrece opciones: Así dejamos más libertad a nuestro interlocutor para que elija lo que realmente desea, sin que sintamos como desprecio el rechazo de nuestra propuesta. Además, conviene que expongamos nuestro punto de vista “modalizando” el enunciado, es decir, suavizándolo, introduciéndolo con expresiones como “a mi manera de ver” ,“creo”, “tal vez”...

  3. Refuerza la solidaridad: Así destacamos lo que nos une al interlocutor y no lo que nos separa (ej. “Estoy de acuerdo contigo en que..., pero...”). Esto es especialmente importante cuando rechazamos una invitación o llevamos la contraria, como en una discusión o un debate.


Fuente: Jover, G. y García, J. (2008). Hablar, escuchar, conversar. Teoría y práctica de la conversación en las aulas. Barcelona, Octaedro.

Comunicación no verbal

¿Sabíais que en nuestros intercambios comunicativos cotidianos tienen mucha más importancia (en torno al 70%) los elementos no verbales que los verbales?

Nos sentimos aceptados o rechazados por cómo nos miran, el tono en que nos hablan, etc. mucho más que por lo que nos dicen. Revelamos nuestra comodidad o incomodidad en una conversación, nuestra sinceridad o falsedad mucho más por los gestos que hacemos o la postura que adoptamos que por las palabras que escogemos.

Al movernos en un espacio un tanto indefinido, uno de los primeros retos ha sido clasificar todos estos elementos de comunicación no verbal. Entre las muchas clasificaciones posibles, os ofrecemos esta:


  • Relativos al aspecto físico.

El aspecto exterior es nuestra presentación al resto de personas. Al cabo del día, nos cruzamos con un número importantísimo de ellas. La mayoría sólo cuentan con lo que ven para hacerse una idea de cómo somos, ya que no establecemos otro tipo de contacto más allá del visual. Los juicios y los prejuicios sobre cada persona surgen sobre todo de impresiones visuales.

  • Artefactos (u objetos que comunican).

La categoría de artefactos resulta un tanto compleja y está muy relacionada con el aspecto exterior, hasta el punto de mezclarse con él en muchos casos. Pertenecen a este grupo elementos como la ropa, los adornos y complementos, objetos asociados con un papel o un estatus dentro de la sociedad (uniformes, maquillaje corporal, etc. distintivos de grupos, castas, rangos en un cultura…) e incluso objetos que permiten realizar ciertas señales (abanicos, pañuelos, banderas, etc.).


  • Paralingüísticos (que conviven con los lingüísticos sin serlo: timbre de voz, tono, etc.).

Llamamos elementos paralingüísticos a todos esos elementos que acompañan la emisión de enunciados verbales, pero que no son exactamente lingüísticos. Por ejemplo, nuestro timbre de voz, el tono (más grave o más agudo, más afectuoso o más seco), el volumen (desde el grito al susurro), el ritmo (más fluido o más entrecortado), la entonación ( de la afirmación a la duda, del entusiasmo al susto, de la súplica a la orden...). También se consideran elementos paralingüísticos los balbuceos, carraspeos, risas, suspiros, etc.

Hay elementos paralingüísticos que el hablante no puede manejar completamente a su gusto. Todos tenemos determinado timbre de voz, que descubre nuestro sexo –voz de hombre o mujer- y edad. Por eso, cuando alguien nos llama por teléfono sabemos sin que nos informe de más, si se trata de un niño o de un adulto, una joven o una anciana. Sin embargo, no por ir unidos a cada persona dejan de ser significativos.

  • Cinésicos o relativos a los movimientos del cuerpo en general (gestos, posturas, miradas, etc.).

La cinésica estudia los movimientos del cuerpo que tienen un significado comunicativo: mirar fijamente, acariciar fugazmente, fruncir el ceño, cruzarnos de brazos, balancear una pierna, cerrar los puños, etc. Todos estos gestos son señales que emitimos y recibimos aunque sea a menudo de manera casi inconsciente. ¿Por qué nos damos cuenta, por ejemplo, de que alguien quiere dar una conversación por cerrada? Tal vez empieza mirar el reloj, o gira el cuerpo hacia el exterior del corro en el que hasta ese momento estaba incluido...

Algunos de estos movimientos corporales son intencionados (por ejemplo, un saludo con el brazo); otros, no (el temblor debido a los nervios). Algunos están codificados, es decir, tienen un significado más o menos estable y compartido (el signo de victoria con el pulgar hacia arriba en algunos países); otros, expresan estados de ánimo y son más personales e identificadores de quienes los realizan (como bien muestran las imitaciones y parodias de personajes famosos).

Existe una gran cantidad de elementos que responden a esta definición. A veces un gesto equivale a una palabra; otras basta con señalar algo o con silbar; otras imitamos el movimiento u otras características de lo que queremos expresar, etc. Se suelen considerar dentro de este grupo la mirada, la expresión de la cara, la postura corporal, los gestos, etc.


  • Proxémicos o relativos a la distribución del espacio entre los interlocutores.

La proxémica consiste en la manera de ocupar un espacio individual y socialmente y el valor que tiene esta situación. Observa la clase. ¿Cómo se reparte el espacio? ¿Quién puede moverse libremente de sitio? ¿Quién no? ¿Hay barreras entre las personas que ocupan la clase? La orientación y la situación establecen reglas encubiertas y producen actitudes que no suelen expresarse por considerar estas situaciones como normales.

Existen varias distancias a las que corresponde una particular relación de poder o familiaridad entre quienes hablan. Existen distancias más o menos establecidas para cada acto comunicativo. Muchas veces la sociedad subraya esas distancias -sobre todo las que tienen que ver con actos públicos, rituales-, con objetos que separan aún más a quienes mantienen la comunicación: un púlpito en una iglesia, una tarima elevada, un estrado, el balcón del ayuntamiento, etc.

  • Espacio íntimo. A esta distancia las personas se comunican también a través del tacto, el olor y otras sensaciones inmediatas. Queda restringido a la mayoría de las personas.

  • Espacio personal. Es un espacio cercano a la persona y limitado por la posibilidad que tiene ésta de alcanzar físicamente o tocar a la otra. Es el propio de conversaciones entre amigos en situaciones informales.

  • Espacio social-consultivo. Es el que separa a gente que colabora pero sin tener una relación muy personal. Por ejemplo, quienes trabajan en un mismo lugar.

  • Espacio público. Es el típico de los discursos y actos comunicativos donde una de las personas tiene un estatus más elevado que el resto y ello se marca con una distancia física mayor.

Las reglas de una proxémica adecuada a cada tipo de acto comunicativo varían según la persona, las circunstancias y la cultura en la que nos encontremos. En algunos lugares la gente está más acostumbrada a la cercanía, al contacto físico o a las aglomeraciones. Una caricia, un empujón en la calle o un codazo en el ascensor, tienen significados diferentes dependiendo de cada caso


  • Relativos al entorno.

Los factores de entorno dicen mucho acerca de las personas que trabajan en ellos o tienen que ver con dichos lugares. La disposición física de la gente, la iluminación, la temperatura, los ruidos o la música que se pueda escuchar en ellos; los muros, la movilidad de mesas y sillas… son elementos que facilitan los intercambios comunicativos o actúan como estorbos. Cualquier situación que implique comunicación está expuesta a un entorno que puede beneficiarla o no. ¿Qué pensáis de las aulas escolares?


Fuente: Jover, G. y García, J. (2008). Hablar, escuchar, conversar. Teoría y práctica de la conversación en las aulas. Barcelona, Octaedro.

LENGUA ESCRITA. TIPOLOGÍA TEXTUAL

Los textos escritos suelen acogerse a uno de estos tipos: narrativos, descriptivos, dialogados, expositivos, argumentativos e instructivos. Cada uno tiene unas características propias, que vienen condicionadas sobre todo por la intención comunicativa del emisor. Pero más que conocer sus rasgos en un plano teórico, lo que nos interesa es aprender a desenvolvernos de manera eficaz con cada uno de ellos.

El currículo de 4º ESO reclama una atención más detenida a los textos expositivos y argumentativos. Antes de centrarnos en cada uno de ellos, te daremos una serie de indicaciones generales que has de tener en cuenta cuando acometas la elaboración de un texto escrito (o un texto oral formal, cuya gestación tiene numerosos puntos en común con la del texto escrito).

El proceso de escritura

A lo largo de este itinerario, y con independencia de las características del proyecto que hayas decidido llevar adelante, vas a tener que presentar muchos textos de carácter expositivo o argumentativo, que son además los más presentes en la vida académica. Escribir no consiste en coger el boli -o el teclado del ordenador- y empezar a redactar página abajo. Los escritores expertos dedican un tiempo considerable a gestar aquello que quieren escribir, y un tiempo importante también a revisar lo escrito. Sí, cuanta más experiencia tiene un escritor más borradores hace antes de quedarse satisfecho de su texto. Nos proponemos darte unas claves que te ayuden a lo largo del proceso de redacción.

El texto escrito es el resultado de un proceso en el que, grosso modo, podemos distinguir los siguientes momentos:

1.- Las preguntas previas:

  • ¿Qué quiero escribir?

  • ¿Qué pretendo con ello? ( informar, convencer, entretener, etc.)

  • ¿A quién dirijo mi escrito? ¿En qué marco? (de ello dependerá el tono más o menos formal, por ejemplo)

  • ¿Qué canal voy a utilizar? (Oral o escrito. Estas propuestas nos valen también para la preparación de un texto oral formal como una charla o una conferencia).

2.- Recogida de ideas. Unas veces están en nuestra cabeza; otras, hemos de acudir a distintas fuentes para dar con ellas. Pero ojo, de esto tendremos que hablar despacio en clase. Quizá esta página os sea útil en cuanto tiene que ver con la búsqueda y manejo de información.

3.- Organización de las ideas. La confección del esquema. En este punto es en el que conviene tener claro si lo que vamos a escribir es un texto expositivo, argumentativo, narrativo, etc. ya que -como hemos visto- cada uno tiene una estructura distinta que hay que conocer (de la misma manera que si queremos levantar un edificio habremos de saber si se trata de una vivienda, un instituto o un polideportivo...)

4.- Redacción de los distintos borradores (¡nunca nos sale la copia definitiva a la primera!). Presta aquí especial atención a la organización del texto en párrafos. Cada uno ha de corresponder a uno de los puntos del esquema. PONER IMÁGENES.

5.- Revisión constante, en cada una de las fases, y que atiende simultáneamente a

a) La coherencia del texto: es decir, si la información esta bien seleccionada y bien organizada ( la estructura del texto - introducción, partes, conclusión- y la distribución del mismo en párrafos).

b) La cohesión del texto: es decir, si están bien marcadas lingüísticamente las relaciones entre las distintas partes del escrito. A ello contribuye, entre otras cosas, el uso de conectores (En primer lugar, en segundo lugar, en tercer lugar...).

c) La adecuación a la situación comunicativa, a los receptores, al canal, a la intención del emisor, etc. Para ello es importante dar con el "tono" del texto: más formal o más informal, más técnico o más divulgativo, con el uso del o el usted, etc.

d) La corrección gramatical y ortográfica, así como a la precisión léxica. Te ofrecemos, por si te resulte útil, tres enlaces a tres sitios web que nos hablan de algunos de los erroes más frecuentes: aquí, aquí y aquí.

e) La presentación de la copia definitiva. No te olvides de recoger las fuentes utilizadas (notas y bibliografía).

El texto expositivo

A lo largo de este itinerario trabajamos con diferentes tipos de textos, pero queremos empezar sistematizando algunos aspectos relativos a los textos expositivos, porque son los que dominan la vida académica: los libros de texto, las explicaciones del profesor o la profesora, los temas que tienes que desarrollar en un examen son, las más de las veces, textos expositivos: textos informativos, objetivos, en 3º persona y en un registro formal.

Aunque es verdad que en los usos reales a menudo unos tipos de textos y otros se mezclan y combinan -ya lo veremos- quizá te sea útil recapitular las estructuras más frecuentes de los textos expositivos: ello te facilitará la lectura de este tipo de textos, pues te ayudará a captar su macroestructura, y te ayudará a mantener la coherencia y la cohesión de tus propios textos expositivos.

Cuando vamos a escribir un texto expositivo -o a hacer una exposición oral- lo primero que tenemos que preguntarnos es cómo vamos a estructurar la información. Normalmente, y tras el desarrollo de un concepto -la definición de aquellos términos clave de nuestro tema-, los textos expositivos se ajustan a una de estas cinco estructuras:


  1. Enumerativa, cuando hablamos de los tipos de (seres vivos, clases de palabras, estilos musicales, etc.). El orden de presentación suele ser indiferente, aunque a menudo se organizan de más a menos (conocidos, importantes, frecuentes, etc.). Y sus nexos -los que aseguran la cohesión entre las partes- pueden ser estos:

En primer lugar, en segundo lugar, en tercer lugar, [...], por último.

Por una parte; por otra.


  1. Fases de un proceso (de la digestión, del ciclo del agua o de la Revolución Francesa). Aquí el orden de presentación sí importa -suelen presentarse en orden cronológico- y los conectores pueden ser estos:

En primer lugar, en segundo lugar, en tercer lugar[...], por último.

Primero, a continuación, más tarde, finalmente.

Durante (tal período), a partir de (tal fecha), en (tal momento)


  1. Causa/ consecuencia (del calentamiento global o la pandemia de la COVID-19). Algunos nexos frecuentes son estos:

Porque... En consecuencia, ....

A causa de... Por tanto, ...

Visto que... Por consiguiente, ...

Con motivo de... De modo que...

Ya que... Por esto, ...

Puesto que... Razón por la cual ...

Dado que... Por lo cual, ...


  1. Problema/solución (de la violencia hacia las mujeres o de la extinción de las lenguas). Como en el caso anterior, han de diferenciarse con claridad ambas partes. A menudo, las soluciones propuestas son varias, en cuyo caso los conectores que utilizamos son los de enumeración.


  1. Comparación/contraste (entre el Románico y el Gótico o la educación presencial y a distancia). Con mucha frecuencia, cuando en un examen os piden que comparéis X y Z, os limitaís a exponer cuanto sabéis de X, para pasar luego a explicar cuanto sabéis de Z. Pero comparar es otra cosa: es elegir una serie de categorías (pintura, escultura y arquitectura, por ejemplo, en el caso del arte) e ir contraponiendo elementos de unas manifestaciones y otras. Estos son algunos de los conectores más frecuentes:

Asimismo (o Así mismo)

Mientras que... en...

De forma semejante... Sin embargo...

De igual forma... Por el contrario...

Igualmente... En contraste con esto...

Del mismo modo... En cambio...

Ejercicio

  1. Casi todos los contenidos escolares (el tema del libro de texto, los apuntes o la explicación del profesor) son textos expositivos. Muchos de ellos nos permiten adivinar, ya desde el título, cuál es el esquema que van a seguir. Anticipar su estructura en nuestra cabeza antes de leer o escuchar su desarrollo facilitará enormemente nuestra comprensión de los mismos.

  • Pon un mínimo de tres ejemplos de cada una de las estructuras base de los textos expositivos, tomados del contenido de tus asignaturas de este curso o de cursos pasados. Te brindamos un ejemplo tomado del área de lenguas.

            • Enumerativa: Las lenguas del mundo.

            • Fases de un proceso: La formación de las lenguas peninsulares.

            • Comparación/contraste: Lenguas romances y lenguas eslavas.

            • Problema/solución: Los prejuicios lingüísticos.

            • Causa/consecuencia: Lenguas que mueren.

El texto argumentativo

El texto argumentativo tiene como propósito convencer, persuadir. Aquello de lo que pretendemos convencer, la opinión que sostenemos, es la TESIS. Las razones en que apoyamos nuestra tesis, son los ARGUMENTOS. En ocasiones se da cabida también a los argumentos de quienes sostienen una opinión contraria, para rebatirlos: a esto lo llamamos contrargumentar. Cuando hablamos de textos argumentativos es importante señalar las diferencias entre los textos monologados -un artículo de opinión o un mítin electoral, por ejemplo- y los dialogados -un debate-. Aunque la labor de investigación y reflexión ha de ser análoga en ambos, la planificación de "la puesta en escena" y los recursos empleados son a menudo muy diferentes, ya que en un caso quienes no opinan lo mismo están presentes para rebatirte, mientras que en el otro has de ser tú quien salga al paso de posibles objeciones.

En este momento nos limitaremos a darte unas consideraciones generales en torno a los textos argumentativos escritos, por más que muchas de ellas sean aprovechables también en situaciones orales:

CONTENIDO. Elementos que no pueden faltar:

  • Presentación del tema.

  • Tesis que defendemos.

  • Argumentos en que nos apoyamos.

  • Contraargumentos (rebatimos los argumentos de quienes piensan otra cosa).


ESTRUCTURA: ¿Dónde debe aparecer la tesis?

  • La tesis es la opinión que defendemos, aquello de lo que queremos convencer a nuestro interlocutor. Por lo tanto, si pensamos que contamos con su apoyo, aparecerá al principio de nuestro texto (estructura deductiva). Si pensamos que en principio no la comparte, aparecerá al final, después de los argumentos (estructura inductiva).


ARGUMENTOS Y CONTRAARGUMENTOS

  • Los argumentos son las razones en que apoyamos nuestra tesis.

  • Tipos de argumentos:

      • Argumentos racionales: Se basan en ideas y verdades admitidas y aceptadas por el conjunto de la sociedad.

      • Argumentos de hecho: Se basan en pruebas comprobables.

      • Argumentos de ejemplificación: Se basan en ejemplos concretos.

      • Argumentos de autoridad: Se basan en la opinión de una persona de reconocido prestigio (aunque esto es un arma de doble filo, pues es preciso que sea persona de reconocido prestigio en aquel campo que nos ocupa).


  • Procedimientos discursivos

      • La comparación (o analogía) sirve para ilustrar y hacer más comprensible lo explicado. Muchas veces sirve para acercar ciertos conceptos al lector común.

      • Las citas son reproducciones de enunciados emitidos por expertos. Tienen el objetivo de dar autenticidad al contenido. Las citas se emplean como argumentos de autoridad.

      • La ejemplificación se basa en aportar ejemplos concretos para apoyar la tesis. Los ejemplos pueden ser el resultado de la experiencia individual.

  • Los contraargumentos son la réplica a los argumentos que pueden tener quienes opinan lo contrario a nosotros. Cuando la argumentación es escrita, y por tanto monologada (el interlocutor no puede interrumpirnos con réplicas y objeciones), conviene salir al paso de sus argumentos, para rebatirlos. Procedimientos discursivos:

      • Si bien es cierto que..., sin embargo, …..”

      • Se podrá argumentar que....., pero.......”.

      • Aunque hay quienes defienden que....., a nuestra manera de ver.....“


LAS FALACIAS ARGUMENTATIVAS: Cuando no tenemos argumentos para rebatir a quien sostiene una opinión contraria, a menudo recurrimos al insulto, la amenaza o el ajuste de cuentas. Esto debería evitarse en toda argumentación. Son las denominadas falacias argumentativas. Y fíjate si serán antiguas, que hasta tienen el nombre en latín.

  • Ad hominem : descalificación personal de quien sostiene lo contrario

  • Ad baculum : amenaza

  • Tu quoque : “Y tú más”


RASGOS LINGÜÍSTICOS: Una particularidad con respecto a los textos expositivos (informativos) es la presencia del emisor (uso de la 1º persona) y del receptor (2ª persona), que se manifiesta tanto en el uso de los pronombres como de las formas verbales. Esta apelación directa al interlocutor propicia en ocasiones un uso más coloquial del lenguaje y multitud de procedimientos retóricos.


Ejercicio

Lee esta carta al director publicada en el diario El País el día 10 de febrero de 2015. Explica con tus palabras cuál es su tesis y cuál es el principal argumento esgrimido. ¿Estás de acuerdo con ella? Formula dos argumentos más en favor de esta tesis o dos en favor de su contraria.

PARALELISMOS

Como cada vez que uso el transporte público urbano suele tocarme de compañera gente de pocos recursos y bajo nivel social, a veces extranjeros, que hacen que mi trayecto no me resulte lo cómodo que podría esperarme, voy a proponerle a mi alcalde que suprima alguna línea actual y en su lugar cree otra que, para el mismo trayecto, cueste algo más cara, lo suficiente como para que esa gente siga usando la línea antigua y en la nueva sólo vayamos los que disponemos de más medios. Total, a ellos les dará igual tenerme o no de compañero y yo, desde luego, iré más cómodo así. ¿Que soy un egoísta? ¿Que mis argumentos son despreciables? ¿Que ninguna Administración pública será tan irresponsable como para hacerme el juego? ¡Qué va! Cambiemos “transporte” por “educación” y… ¡ahí está!: ¿o qué es, si no, la enseñanza concertada?Roberto García de la Calera.