La indignacion, la rebeldia y el rostro devastado de la protesta - mayo 2021

LA INDIGNACION, LA REBELDIA

Y EL ROSTRO DEVASTADO DE LA PROTESTA

Ciento cincuenta años de ‘révolte’ metafísica y de nihilismo

han visto reaparecer

con obstinación, una y otra vez,

bajo diferentes máscaras,

el mismo rostro devastado,

el de la protesta humana.

Albert Camus, L’Homme Revolté (Gallimard, 1951)

En su libro L’Homme Revolté, Camus analiza lo que él llama ‘el rostro devastado de la protesta humana’.

Afirma que durante 150 años (ahora serían más de 200), se han producido en el mundo una serie de movimientos contra la injusticia social; pero que, sin embargo, los caminos por los que ha derivado la indignación humana contra la injusticia han sido por lo general erráticos e ineficaces. El sacrificio y el propio sufrimiento de miles y de millones de seres humanos que entregaron sus vidas por el bien común y por erradicar la injusticia y el sufrimiento, han sido inútiles.

Este hecho de la deriva errática de la protesta ha sido utilizado siempre por las élites dominantes para propagar la idea de que no se pueden cambiar las cosas y que la justicia social es una utopía. Y no solo eso, confundiendo la deriva errática de la protesta con la misma indignación que la origina, consigue que la gente que ha dedicado una parte de sus vidas a la protesta, se culpabilice hasta de sus sentimientos de indignación. Así, mucha gente que no es indiferente al sufrimiento humano, ha renunciado a luchar y se ha quedado en casa, convencida de la imposibilidad de cambiar las cosas. Sin embargo, no es así. Y Camus da en el clavo cuando aborda la cuestión de diferenciar la indignación de los caminos que ésta ha tomado durante este tiempo.

El libro de Camus ha perdido actualidad en muchos aspectos, pero contiene una completa lucidez sobre el meollo principal de la cuestión, que es el cuándo, el cómo y el por qué la indignación pierde su razón, se hace ineficaz o se convierte en su contrario.

El título del libro ‘l´homme revolté’, erróneamente traducido al castellano como ‘el hombre rebelde’, hace referencia a la emoción de la indignación que brota en los seres humanos ante las injusticias; es más exacto traducir ‘revolte’ en su primera acepción (según Larousse) de ‘indignación’ que no traducirlo por ‘rebeldía’ que hace referencia a la acción subsiguiente a la indignación. (En este escrito a veces traduzco ‘revolte’ por ‘indignación’, a veces dejo ‘revolte’ en francés).

La capacidad de indignación es inherente al ser humano, y por eso no deja de brotar y de reproducirse. Camus dice:

La historia de hoy nos obliga a decir que ‘la révolte’ es una de las dimensiones esenciales del hombre. Es nuestra realidad histórica… En el reto de la situación cotidiana en la que nos encontramos, ‘la révolte’ juega el mismo papel que el cogito en el orden del pensamiento: es la primera evidencia.

A sabiendas de que esto es así, que la indignación es una de nuestras dimensiones esenciales, y no pudiendo evitar que brote en la gente, las élites dominantes implementan todo tipo de estrategias para intervenir en la actividad subsiguiente a la indignación, para sabotear la rebeldía, rompiendo el vínculo entre indignación y rebeldía.

Ya en el siglo XIX los servicios secretos zaristas enviaban agentes a Londres, donde encontraban refugio político, entre otros, los miembros del movimiento anarquista ruso, con el fin de provocar actos terroristas y atribuírselos a dicho movimiento; y así desviarlo y apartarlo de su origen, la indignación humana. La novela de Joseph Conrad, ‘El agente secreto’, también llevada al cine, relata un episodio de un agente secreto ruso que ponía una bomba en Londres en 1886, con el objetivo de lograr que el Gobierno Británico retirase el asilo político a los exilados rusos, y al mismo tiempo, que los propios anarquistas se avergonzasen de sus propias creencias.

Esto es solo un ejemplo, del que tenemos muchos en nuestro país. Para desvirtuar la razón de la indignación, siempre han infiltrado agentes para empujarla a callejones sin salida y a extremismos, muchas veces terroristas otras a simplemente absurdos, para sabotear su eficacia política y justificar su represión. El resultado de la deriva errática de la indignación es el panorama del rostro devastado de la protesta que analiza Camus.

Para evitar la deriva errática de la protesta, Camus afirma que es necesario que la rebeldía se mantenga fiel a su origen, a la indignación. Todo el sabotaje perpetrado contra la indignación es posible porque se desconoce la importancia decisiva de mantener esta fidelidad.

La clave para que la rebeldía se mantenga fiel a la indignación es evitar utilizar medios que no corresponden al fin de acabar con lo que ha provocado la indignación (la injusticia, el sufrimiento humano). Tener claro que el fin no justifica los medios y que hay que emplear los medios acordes con el fin, para así mantener siempre la rebeldía acorde con la indignación. El camino de la indignación siempre se ha torcido con la creencia de que el fin justifica los medios, lo cual solo es cierto en las relaciones de dominación, pero no es aplicable al camino de la justicia social y de acabar con el sufrimiento humano. Sin darnos cuenta, absorbemos las creencias fratricidas y aplicamos las estrategias políticas de la dominación queriendo luchar contra ellas.

El camino de la protesta ha alumbrado mentes muy lúcidas que han defendido la no-violencia y el pacifismo. El camino no es desde luego fácil. De forma sistemática, antes de la era de la represión con nanotecnología y por vía telemática, hemos visto cómo han ido asesinando a l@s lideres que propugnaban el cambio social por caminos reformistas y no violentos. Ahora esta represión es completamente invisible.

Los estrategas del sabotaje a la indignación han propagado la idea de que el pacifismo es una ética que puede estar muy bien, pero que no sirve para cambiar las cosas. Así nos hacen creer que la realidad única en política es que el fin justifica cualquier medio, y que los criterios éticos y estéticos no son aplicables en el terreno político. Y con esta convicción, l@s indignad@s aplican los medios acordes con los fines de la dominación.

La relación entre los medios y fin no es una cuestión ética o estética. La adecuación de los medios al fin es una realidad siempre material y real. La mentira, el crimen y la tortura son medios adecuados a la dominación, a la explotación, al fratricidio, a la guerra, a la organización del sufrimiento humano. Pero no son medios que sirven para acabar con la explotación, la guerra y la injusticia social, para acabar con el sufrimiento humano. La relación entre fin y medios es material y real. No puedo hacer un bizcocho con madera y clavos, ni una mesa con harina y huevos.

El camino de la indignación tiene que ser escrupulosamente fiel con su origen, con la ‘revolte’, y no adoptar medios ajenos a ella. Si la guerra nos indigna, no comencemos otra guerra aunque sea pequeña, etc.; si el sufrimiento humano nos indigna, evitemos torturar y hacer sufrir; si nos indigna la mentira, dejemos de mentir de una vez por todas. Si el crimen nos indigna, dejemos de asesinar. Si hemos sufrido represión y daño, no busquemos venganza sino justicia y paz. Justificar los medios por el fin, no hace más que perpetuar el fin al que se corresponden los medios, y si empleamos los medios relativos a la dominación, seguiremos apuntalando la civilización de la dominación. Mientras que esto no se comprenda, el rostro devastado de la protesta seguirá acompañando los años y los siglos venideros, con toda la sangría humana correspondiente.

El empeño, la voluntad revolucionaria ha seguido durante más de 200 años caminos erráticos que han producido muchísimos fracasos, muchísimo sufrimiento, muchísimo derroche de buena voluntad, muchísimas vidas perdidas. El rostro devastado de la ‘revolte’ es pavoroso, cuando pensamos en nuestra Historia contemporánea.

Esto es solo una reflexión sobre la gran aportación de Albert Camus para esclarecer esta importantísima cuestión.

La Alberca, mayo 2021