El juicio de Paris



1. Mirar

2. Escuchar

Se celebraban las bodas Tetis y Peleo. A ellas habían sido invitados multitud de dioses y mortales, pero quizá por olvido, quizá deliberadamente, entre ellos no figuraba Éride, la diosa de la Discordia. Muy ofendida, irrumpió en mitad del banquete y arrojó sobre la mesa una manzana de oro que llevaba la siguiente inscripción: “Para la más hermosa”. Tres de las diosas asistentes reclamaron inmediatamente para sí la manzana. Se trataba de Hera, la esposa de Zeus; Atenea, diosa de la guerra y la sabiduría, y Afrodita, diosa del amor.

Naturalmente, Zeus no quería asumir la responsabilidad de dar la manzana a una de ellas y negársela a las otras, pues temía su venganza. Decidió por ello enviar a su hijo Hermes al monte Ida en busca del joven Paris, hijo del rey Príamo de Troya, que cuidaba allí sus rebaños. Sería él quien decidiera cuál de ellas era la más hermosa.

Acudió Hermes al monte Ida con las tres diosas, y cada una de ellas trató de convencer al joven Paris de ser la merecedora de la manzana. Hera, la esposa de Zeus, acompañada por su fiel pavo real, le prometió un gran poder; Atenea, diosa de la sabiduría y de la guerra, le prometió convertirlo en el más sabio de los hombres; y Afrodita, diosa de la belleza y madre de Eros, le prometió el amor de la mujer más hermosa. Apenas hubo oído Paris las promesas de las diosas no tuvo dudas acerca de a quién entregar la manzana. La elegida fue Afrodita.

Quedaba en el aire la promesa que la diosa le había hecho a Paris. Por eso, cuando al cabo de un tiempo Paris viajó en embajada amistosa a la corte de Menelao, rey de Esparta, y se enamoró perdidamente de la esposa de éste, Helena, Afrodita no pudo por menos de favorecer este amor.

Raptó así Paris a la hermosa Helena –o quizá se fugaron juntos; quién sabe- y se la llevó a Troya. Quedaron espantados los troyanos al conocer lo que había hecho Paris: la guerra con los griegos estaba asegurada. Y en efecto, así fue: no tardaron mucho los reyes de Micenas y Esparta, Agamenón y Menelao, en reunir más de diez mil naves y arribar a las costas de Troya en lo que no sería sino el preludio de una guerra que habría de durar diez largos años y en la que habían de combatir los más grandes héroes que recordarse pueda: Héctor, Áyax, Aquiles, Ulises.

3. Conversar

Volver a mirar:

  • ¿Puedes identificar a cada una de las tres diosas en el cuadro, a partir de los símbolos que las identifican?
  • Y de los dos jóvenes de la derecha, ¿sabrías decir quién es Hermes y quién Paris? ¿Cómo lo sabes?


Algunas preguntas:

  • Y tú, ¿a quién le hubieras dado la manzana? Es curioso: también en el Evangelio, cuando se nos cuenta el momento en que Jesús se retira al monte cuarenta días a orar, encontramos una escena parecida. El demonio se aparece a Jesús y le tienta ofeciéndole distintos dones. ¿Cuáles? ¿Coinciden con los que le son aquí ofrecidos a Paris o hay alguno que varíe? ¿Cuáles crees que son los que hoy mantienen más vigencia, es decir, aquellos por los que la gente podría estar más dispuesta a "dejarse comprar"?
  • ¿Sabes por qué era tan hermosa Helena? ¿De quién era hija? Encontrarás alguna pista en el mito de Leda y el cisne.
  • ¿Conoces algún otro relato en que también aparezca una "manzana de la discordia"?


Y una precisión:

"No tardaron mucho los reyes de Micenas y Esparta, Agamenón y Menelao, en reunir más de diez mil naves y arribar a las costas de Troya". La verdad es que las cosas no fueron exactamente así. Lo cierto es que las naves estaban listas para zarpar, pero no soplaba una gota de viento. Y así un día, y otro, y otro.

Preguntó Agamenón al oráculo qué había de hacerse para que los vientos permitieran la partida, y la respuesta de éste fue terrible: Agamenón habría de sacrificar a su hija, Ifigenia. Para hacer venir a la muchacha Agamenón no dudó en engañar a la joven y a su madre, Clitemnestra, alegando que la razón del viaje era casarla con Aquiles. Lo que pasó después... habrás de averiguarlo.