20 de julio del 2014
Centro
de Cristianismo Práctico
Sal
de la esclavitud de la Pobreza
“Hay quienes
reparten y le es añadido más y hay quienes retienen más de lo justo y acaban en
la miseria. El alma generosa será prosperada: el que sacie a otros también él
será saciado” (Proverbios
11:24, 25)
“Obviamente, no puedes estar muy contento si
eres pobre, y no tienes que ser pobre. Es un pecado. La pobreza es un tipo de
infierno causado por la incapacidad del ser humano para ver el bien ilimitado
que Dios tiene para él. La pobreza es una experiencia sucia, incómoda, degradante
y desordenada. La pobreza en realidad es un tipo de enfermedad y [que] en sus
etapas agudas, parece ser un tipo de locura.
La pobreza llena las prisiones de ladrones y
asesinos. Conduce a hombres y mujeres a la bebida, a la prostitución, a la
drogadicción, y al suicidio. Lleva a niños potencialmente buenos, talentosos,
[e]inteligentes a la delincuencia y al crimen. Conduce a las personas a hacer
cosas que jamás hubiesen hecho…. Los resultados pecaminosos de la pobreza no
tienen límites. Esa es una de las razones por las cuales, como ministro, me he
sentido tan fuertemente guiada a hacer todo lo que pueda para ayudar a las
personas a aprender cómo erradicar el pecado de la pobreza de sus vidas.” - Catherine Ponder,
The Dynamic Laws of Prosperity Revised 1985, p.11
Ciertamente la pobreza es un problema social y
por esta razón muchos gobiernos trabajan de lleno y dedican muchos recursos en
la guerra en contra de la pobreza. Sin embargo yo pienso que debemos cambiar en
enfoque al problema de la pobreza y en vez de estar luchando en contra de la
pobreza debemos estar educando para la abundancia.
Hasta el momento el sistema educativo no ha
contemplado tales posibilidades. Pero podemos dar un gran paso si revisamos los
currículos y añadimos cursos de prosperidad y abundancia en todo el sistema
educativo de la nación.
De la misma manera que estamos preparando a la
juventud a salir al mercado laboral técnicamente competentes debemos también
educarlos para que salgan espiritualmente competentes. Preparados para vivir
una vida feliz, saludable, próspera y exitosa.
Y una de las áreas en donde debemos educar a la
juventud es en el conocimiento de que no hay virtud en la pobreza, porque aparte
de ser una experiencia desafortunada y triste nadie quiere ser pobre y es nuestro
derecho de nacimiento ser ricos.
De hecho la prosperidad debe considerarse una
bendición espiritual. Y por esta razón podemos asegurar que dondequiera que
está el Espíritu de Dios hay libertad.
Es importante que entiendas que hablamos de
riqueza en un contexto espiritual. Eres rico en la medida que tienes abundancia
de bien en tu vida. Esto incluye vivir una vida plena, satisfactoria y
balanceada en donde experimentamos armonía y paz, salud, y abundancia en nuestro
mundo.
Vivir así es vivir fuera de la esclavitud de la
pobreza, es vivir en la libertad del Espíritu.
Muchos de nosotros nos quedamos perplejos cuando
leemos en el Evangelio de Marcos la historia de cuando Jesús fue ungido en
Betania.
Se relata que estando Jesús en Betania una mujer
vino a Él con un frasco de alabastro con perfume de nardo puro de mucho valor y
se lo derramó sobre Su cabeza.
Enseguida algunos se enojaron y preguntaron: “–
¿Para qué se ha hecho este desperdicio de perfume?, pues podía haberse vendido
por más de trescientos denarios y haberse dado a los pobres. (Marcos 14:4,5)
Para que tengan una idea del costo de este
perfume derramado sobre la cabeza del Nazareno, trescientos denarios equivalía
al salario de casi un año de trabajo de un jornalero ya que el denario era el
salario de un día de trabajo.
Al igual que los que estaban con Jesús tú
también podrías decir: ¡que desperdicio! Pudiera aprovecharse mejor si se vende
y se lo dan a la gente necesitada.
Pero la contestación de Jesús fue impactante.
“Jesús dijo: –Dejadla, ¿por qué la molestáis? Buena obra me ha hecho. Siempre
tendréis a los pobres con vosotros y cuando queráis les podréis hacer bien;
pero a mí no siempre me tendréis.” (Marcos 14:6,7)
Jesús dio por sentado que íbamos a tener siempre
a los pobres pero que también significaba que teniéndolos teníamos una
oportunidad maravillosa delante de nosotros siempre para hacerles bien.
Si bien es cierto que a los pobres los tendremos
siempre también es cierto que la pobreza no es cuestión de falta de dinero, así
como la riqueza también no es cuestión de exceso de dinero.
La pobreza es un estado de conciencia, una
manera de pensar y de vivir y no solo “carencia de dinero o cosas.” La riqueza por igual es una manera de pensar y
de vivir y no solo un exceso de dinero y cosas materiales.
Dios te ha dado libertad de pensamiento, tú
eliges cómo vas a pensar, pues por tus pensamientos y tus palabras serás
liberado o serás esclavizado.
De modo que en tus manos está ser y sentirte
libre de las cadenas de la pobreza. Y si es cierto que hay libertad en el
Espíritu y que de Dios es la tierra y sus riquezas, no es menos cierto que Dios
no puede hacer más por ti que lo que puede hacer a través de ti.
En una ocasión le pregunté a una trabajadora
doméstica si ella se consideraba ser una persona pobre. Sin titubear me
contestó que ella era rica. Continuó diciendo que ella tenía su comida todos
los días y tenía su casa.
A mí me sorprendió sobremanera su contestación.
Realmente esa no era la contestación que yo estaba esperando. Aunque vive en un
barrio de la capital me dijo que tiene una casa de tres niveles, ella vive en
el segundo nivel y tiene alquilado el primer y tercer nivel.
Disfruta de tranquilidad, armonía y paz.
Suficiente todo esto para decir que vive una vida abundante. ¿No es así? Y si
una trabajadora que gana un sueldo humilde piensa así, cada uno de los que
estamos aquí no debe pensar menos que eso.
Las riquezas surgen del servicio a los demás y
la dación generosa nos prospera. Consciente o inconscientemente todos y cada
uno de nosotros somos los canales por medio de los cuales se manifiestan las
infinitas riquezas de Dios.
En la clase pasada del curso de Prosperidad que
estamos impartiendo los jueves estuvimos hablando sobre el diezmo. Todos
ustedes conocen la ley del diezmo pero no todos la practican.
Aunque Dios no nos obliga a nada creo que es
nuestro deber como buenos cristianos aportar a la expansión y al
fortalecimiento del ministerio de Dios en la tierra. Y la ley es que dando se
recibe.
Pero para dar libremente y alegremente como Dios
nos invita a dar tenemos que liberarnos de las cadenas del miedo y comenzar a
dar con liberalidad.
Hay quienes todavía aun después de conocer la
ley de dar piensan que dando se empobrecen más. Esto es error y es pecado. No
podemos seguir pensando así si deseamos liberarnos de la esclavitud del
pensamiento de carencia.
Una regla para alcanzar el éxito es dar el
máximo de tus talentos y habilidades. Y no es menos cierto que para aumentar
nuestras finanzas debemos dar el máximo para la obra de Dios aquí en la tierra.
Si nunca has diezmado, te invito a que pruebes
la ley, manteniendo en alto tu fe, da de tu aumento y de todo tus ingresos
aparta una parte para Dios. Y a medida que vayas haciendo esto sistemáticamente
te asombrarás de los cambios que van a ocurrir en tu vida.
Te puedo anticipar que cuando
adoptes la práctica de diezmar tendrás varias sorpresas:
Te sorprenderás cómo dando al ministerio de Dios
recibes bendiciones en todas las esferas de tu vida.
Te sorprenderás de la sabiduría y buen juicio
que adquieres en el manejo y uso sabio del restante 90% de sus ingresos. Te
convertirás en un administrador de los bienes de Dios.
Te sorprenderás, a medida que pasa el tiempo, de
la cantidad de dinero que has aportado y que sigues aportando al tesoro de
Dios.
Te sorprenderás como tu vida se establece en
orden divino cumpliendo con sus obligaciones financieras.
Se sorprenderás de la profundidad que alcanzará tu
conciencia de prosperidad al igual que tu vida espiritual.
Y te arrepentirás de no haber comenzado antes.
El dar sistemáticamente al ministerio de Dios te
libera de todo tipo de ataduras y especialmente de la pobreza. De Dios
recibimos libremente, y en agradecimiento debemos dar libremente.
Por esto: “Hay quienes reparten, y le es añadido
más; pues a cualquiera que tiene, se le dará y tendrá más, pero al que retiene,
aun lo que tiene le será quitado.” Dios te bendice hoy mañana y siempre.
¡Amén!
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