3 de agosto del 2014
Centro
de Cristianismo Práctico
El
Poder de la No-Resistencia
“Pero yo os
digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la
mejilla derecha, vuélvele también la otra; al que quiera ponerte a pleito y
quitarte la túnica, déjale también la capa; a cualquiera que te obligue a
llevar carga por una milla, ve con él dos.”
(Mateo 5:38-41)
Las personas que escucharon estas palabras de
Jesús en el Sermón del Monte quedaron boquiabiertas admirando Su doctrina. Pues
hasta ese momento el principio que predominaba era “Ojo por ojo y diente por
diente.” (Mateo 5:38)
Y aunque este principio “sirvió para frenar las
contiendas causadas por venganzas desproporcionadas y sangrientas” limitando el
castigo a una pena correspondiente a la ofensa, era necesario eliminar de raíz
la causa de la venganza.
¿Por qué nos vengamos? Nos vengamos, porque
sentimos que hemos sido humillados y nuestro ego se ha herido. Porque pensamos
que nuestra persona ha sido asaltada, maltratada, abusada, y ultrajada.
La tercera Ley de Newton dice: Para cada fuerza
de acción hay una fuerza de reacción de igual magnitud y en dirección opuesta.
Esta ley se cumple para todas las fuerzas en la naturaleza.
Por estas razones resistimos, y al resistir nos
oponemos con fuerza a algo o alguien. Y ustedes saben que cuando dos fuerzas de
igual magnitud actúan en direcciones opuestas hay un impasse, esto es un punto
muerto donde no hay salida. Y donde no hay salida no hay progreso.
Pero, muchas veces resistimos y buscamos
reaccionar con una fuerza mayor buscando venganza y predominio sobre el sujeto u objeto que nos ha ofendido.
Entonces caemos en una cadena de acciones y
reacciones donde tampoco existe una salida. Nuevamente hay estancamiento y el estancamiento
es muerte.
Cuando hay un desacuerdo hay oposición y la
tendencia común es tratar de buscar vencer al adversario. Pero los problemas no
se pueden resolver en el mismo nivel donde surgió el conflicto. Tenemos que ir
al próximo nivel.
Por ejemplo, los pueblos van a la guerra para
tratar de resolver conflictos y desacuerdos, pero todos aquí sabemos que aunque
uno gane y otro pierda la paz que se produce no es duradera. Eventualmente se
revelarán aquellos que fueron derrotados.
Jesús conocía todo esto y sabía que la única
salida para solucionar conflictos era la ley de la no-resistencia. Hay un dicho
muy popular que dice que para discutir se necesitan dos. Y esto es una gran
verdad.
Piénsalo bien, en toda discusión siempre hay un
punto de desacuerdo, y en el momento en que dejamos de contender sobre ese
punto ya no hay discusión. Por esto, es importante establecer acuerdos en todo
tipo de relación.
Recientemente, tuve una experiencia con una
persona que se me acercó para relatarme un problema que había tenido con su
esposo que estaba afectando su matrimonio.
Esta pareja tiene una hija de dos años que es
locura con su padre. Tal es así que ella nunca le ha dicho a su padre, papi,
siempre lo llama ‘mi amor.’ A su madre le dice ‘mami.’ Resulta que él estaba
buscando su residencia en los Estados Unidos y decidió irse a vivir al Bronx.
Tuvo que dejar un buen trabajo de índole
administrativo para irse a vivir a los Estados Unidos. Luego de tres meses y
cansado de buscar trabajo volvió al país. Y desde entonces ha estado sin
trabajo y lleva casi un año en esta condición.
Me cuenta su esposa que él bebe los fines de
semana y que cuando bebe le sale otra persona. En una ocasión ella me comentó
que él mismo le avisó que se estaba sintiendo que era otro y que se saliera de
su vista.
La esposa, que es cristiana, logró que su esposo
se entregara a Jesucristo dando un paso al frente cuando se hizo este llamado
en su congregación. Y todo iba aparentemente mejorando hasta que de repente
todo comenzó marcha atrás al punto que estaba tomando alcohol ya no solo los
fines de semana sino que los jueves también.
Entre sollozos y lágrimas me confesó que ella la
situación había llegado a tal punto le pidió que se fuera de la casa.
Y ella en su desesperación la noche anterior le
cuestionaba a Dios el por qué esto estaba ocurriendo si él había entregado su
vida al Señor. Por qué las cosas iban para atrás en vez de ir hacia delante.
Desde mi humilde punto de vista le expliqué el
fenómeno de quimificación. Le dije que lo que estaba ocurriendo era que había
un choque, una guerra entre la verdad y el error.
Le expliqué que la mente es la casa de nuestra
conciencia y ahí moran muchos pensamientos de error. Y cada pensamiento tiene
su propio ego y que cuando un pensamiento de verdad entra a morar en la misma
casa, el pensamiento de error que tanto tiempo ha vivido allí protesta. Puede
hasta preguntar ¿qué hace este extraño en mi casa? O ¿quién está invadiendo mi
privacidad? Ahí comienza el conflicto y la guerra comienza.
Y los
efectos de esta guerra se sienten en el cuerpo y en la vida de la persona.
Entonces le recordé que ella era la administradora del hogar y a ella le
correspondía poner las cosas en orden nuevamente. Le expliqué que no era justo
que después de que ambos habían hecho votos de mantenerse unidos en las buenas
y en las malas que ahora ella lo votara de la casa.
Entonces le expliqué la importancia de
establecer acuerdos en la relación y de comprometerse a respetar esos acuerdos.
Le expliqué que cuando existe un conflicto en el hogar ambos necesitan cambiar.
Mientras una de las partes se mantenga pensando que el problema es la otra,
existirá un impasse.
Le dije que en vez de ella decirle a él que
tiene que cambiar, que diga mejor: tenemos que cambiar. Entonces le expliqué
que los problemas no se pueden resolver en el mismo nivel que se crearon.
Que era necesario que ella subiera al próximo
nivel y desde arriba viera qué estaba faltando en la relación para proveerlo
inmediatamente. Y aunque no se lo dije expresamente, el mensaje era que ella
necesitaba irradiar más amor y tolerancia.
Como cristiana que es, le recordé que la lucha
que Jacob sostuvo con el Ángel no se resolvió mientras ellos se mantuvieron
luchando al mismo nivel. Pero que se resolvió cuando el Ángel subió al próximo
nivel y le dio una bendición a Jacob.
Esta es la ley de la no-resistencia. Cuando el
Ángel dejó de resistir cesó toda la contienda y tanto el Ángel como el mismo
Jacob subieron al próximo nivel.
Y cada vez que soltamos las contiendas y no-resistimos
podemos dar una bendición y en ese mismo momento transformar toda la situación.
La reacción a los conflictos no es la venganza es la no-resistencia y con ésta
una bendición a la situación.
De esta lucha que sostuvo Jacob con el ángel
“salió transformado en un hombre nuevo, con un nuevo nombre; ya no será más
Jacob, el suplantador de su hermano, sino Israel, el padre de las doce tribus.
Así tú y yo somos transformados cuando soltamos
las peleas y los conflictos. Pues a cualquiera “que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; al que
quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; a
cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos.”
Butterworth nos dice: “El mandato de volver la
otra mejilla ha sido malentendido. Ciertamente no significa que debemos
convertirnos en alfombra para ser pisoteados, o invitar más agresiones. [Jesús]
nos está diciendo que si nos encontramos mortificados por lo que otra persona
nos ha hecho… reaccionar a ello desde ese mismo estado de mente [desde el mismo
nivel] solo complica nuestro problema interno. Jesús dice: “Vuélvete al otro
lado de tu naturaleza. Tú eres tanto humano como divino. Hay eso en ti que
nunca puede ser lastimado, que está siempre equilibrado y en paz… en ese estado
de conciencia más divino [o desde tu propia divinidad] la herida se sana, la
influencia de la otra persona sobre ti es anulada, y tú te conviertes en una
influencia sanadora sobre ella.”
Cuando te encuentres en medio de un conflicto,
puedes afirmar en silencio, “el perfecto plan de Dios se desenvuelve en esta
situación estableciendo el bien para todas las personas envueltas.”
En cuanto
a ir la segunda milla, Jesús sabía que los soldados romanos tenían derecho a
“obligar a las gentes subyugadas a cargar sus bultos por una milla.” Jesús
sabía que a nadie le gustaba hacer esto y que cuando lo hacían lo hacían en
contra de su voluntad con una gran resistencia interna. Y cuando hacemos las
cosas de esta manera o de la manera que se nos exige, y no más, somos esclavos.
Añade Butterworth, “Esto es cierto, ya sea
cumpliendo el capricho de un jefe exigente o cumpliendo las leyes del país.
Viajar la primera milla te proporciona un cheque de pago, la sonrisa forzada,
las gracias obligadas y la existencia aburrida. Esto es todo que se espera de
alguien. Pero si quieres que una vida rutinaria se convierta en una vida plena,
tienes que dar más.
“Cuando caminas la segunda milla – das más a tu
trabajo, eres más que considerado y bondadoso con la gente, te conviertes en
dador alegre y recibidor grato, de pronto la vida adquiere un nuevo
significado. En la segunda milla encuentras felicidad, verdaderos amigos,
satisfacción genuina en vivir y probablemente un cheque de pago superior
también. Alguien ha dicho: “Si quieres progresar en tu trabajo, empieza a
imponerte a tu jefe haciendo más de lo que se te pide.”
La vida nos trae exigencias todos los días nos
obliga a caminar la primera milla y muchos de nosotros la caminamos con gran
resistencia. Tal vez la joven que me encontré necesitaba caminar la segunda
milla para resolver el conflicto. Y tú, ¿cómo estás
resolviendo los conflictos que se te presentan? ¿Estás poniendo la otra mejilla
y caminando la segunda milla?
Dios te bendice si sabiendo estas cosas las
haces. Amén.
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