La
cuadriga de la Aurora, que corona con sus cuatro corceles la fuente diseñada hace más de un siglo por
Josep Fontseré, presenta hace tiempo un espectacular dorado que deja boquiabiertos a los paseantes.
Y ahí radica la sorpresa: la reluciente pintura amarilla es en realidad oro. En ese metal noble estaba bañado el grupo escultórico en hierro colado de la Aurora, realizado por el escultor Rossend Nobas en 1888 según diseño de Fontseré, pero las inclemencias del tiempo, los excrementos de las palomas y alguna reparación desafortunada acabaron con la dorada pátina. Por eso, en el imaginario colectivo de los barceloneses, la cuadriga, los caballos y su conductora eran negros.
Ahora vuelven a ser dorados, como la cabeza de carnero que remata el ariete, y como las ocho garzas reales que puntean las esquinas del porche, todas ellas restauradas. “Al estudiar la cuadriga para la restauración, constatamos que había hasta 40 capas de pintura, entre ellas las dos capas originales de pan de oro”, explica Judit Masana, la arquitecta del Ayuntamiento que supervisó la restauración de la cascada junto a la arquitecta técnica, también municipal, Carme Hosta.
El equipo, con asesoramiento del MNAC, optó por volver a bañar en oro la cuadriga de la Aurora en busca de fidelidad al original, y porque el oro como material resiste mejor a la intemperie.
El conjunto escultórico del carro mide casi 6,5 metros de altura y pesa 35.000 kilos. Lo fundió en 1888 el taller de Alejandro Wohlguemuth, que alertó de que el peso se disparaba. Por eso, el arquitecto Elías Rogent, que en 1886 había asumido la dirección de las obras del parque, reforzó la estructura de la cascada para que pudiera así soportar la escultura.